Está claro que cuando una empresa decide explorar la vía de las deducciones, porque cree que ha realizado alguna actividad de I+D+i, una de las primeras cuestiones que surgen es el cuanto va a resultar, si merece la pena. Para ello, es necesario hacer una cuantificación, al menos aproximada, del gasto asociado y, sobre todo, intentar estimar si la calificación obtenible estará más cerca de la I+D o de la IT (innovación tecnológica), o incluso que exista el riesgo del “nada”.

Ya sabéis que la I+D puede llegar al 42% de presupuesto, pudiéndose sumar el 17% del gasto de las personas que hayan participado en exclusiva, y la IT es un porcentaje fijo del 12%. La diferencia no es baladí.

Pues bien, lo que pretendemos en este artículo es aportar algunos criterios básicos que os sirvan de ayuda para autocalificaros previamente un determinado proyecto, siempre en base a nuestra experiencia, saliéndonos de las definiciones que marca la ley, que tienen como característica común su ambigüedad y falta de concreción.

El criterio principal es determinar la novedad del producto o proceso desarrollado. Es decir, es necesario enmarcarlo en el contexto adecuado, resaltando las principales diferencias de lo desarrollado, considerando que el ámbito de la novedad, para que pueda tener opciones a la calificación como I+D, debe ser mundial, nacional o sectorial.

Entramos así en el terreno de la novedad objetiva (I+D) o subjetiva (IT). ¿A qué se refiere con subjetiva? A novedad que lo es para la empresa. Pero, ojo, tampoco se trata de implementar una tecnología que aunque sea nueva para la empresa ya esté ampliamente extendida. En este caso no se calificaría ni tan siquiera como IT.

Así pues, para documentar el proyecto, es necesario tener muy claras las diferencias de lo logrado sobre lo existente, y si éstas se pretenden enmarcar a nivel sectorial, establecer bien las peculiaridades del sector que hacen diferente a esa tecnología (entrar incluso en matices) con respecto a la que ya se utiliza en otros sectores. Una revisión del estado del arte previa nunca vendrá mal. Al fin y al cabo, será lo primero que haga el experto evaluador si el proyecto se pretende certificar, y es posible que encuentre algo que le pueda parecer similar, aunque no lo sea. Por esto, pensamos que anticipar las diferencias en la memoria será siempre una postura inteligente.

Por otro lado, no cualquier novedad, aunque sea a nivel mundial, es válida. Ha de tratarse de una novedad significativa y con componente tecnológico, obviamente. Una novedad significativa es asociable al grado de complejidad para conseguirla. Por ejemplo, si basamos nuestros argumentos en decir que se ha mejorado un producto aportándole una característica especial sin antecedes, pero dicha característica no ha necesitado de un gran trabajo, porque ni tan siquiera ha alterado de forma importante el diseño general del producto, por mucho que se trate de una novedad objetiva, difícilmente será calificable como I+D, sino más bien como IT.
Esto enlazaría ya con otro de los criterios clave: el grado de incertidumbre.

La incertidumbre es el principal parámetro que, en la mayoría de las ocasiones, impide que se aborde un proyecto. Es lógico. Pero para eso precisamente se estructuran estos incentivos, a modo de colchón que aminore el riesgo y anime al emprendimiento. Por tanto, será necesario demostrar que el proyecto implicaba un grado de incertidumbre acerca del logro de los objetivos o de los posibles resultados finales, lo cual, normalmente, está ligado al grado de complejidad o, por ejemplo, al número de caminos explorables que se han dado durante el proyecto y la buena selección de los mismos.

Teniendo en cuenta estos parámetros, pensamos que es posible hacerse una idea de las opciones de nuestro proyecto. Eso sí, ha de tenerse en cuenta que no todas las actividades o tareas realizadas en el proyecto tienen que resultar calificables de la misma manera. Es posible que unas sean calificables como I+D, otras como IT o como nada. En este sentido, hay un aspecto importante a destacar: es posible que alguna tarea, ya a primera vista, esté claro que no es I+D, pero lo mismo si es necesaria para, por ejemplo, obtener datos para hacer otras posteriormente o en paralelo más técnicas y tangibles, sería entonces una tarea también integrante de la base deducible.

Por último, mención aparte tienen las actividades relacionadas con desarrollo de software. En estos casos se aplican también los criterios expuestos pero sin poder sustraer de ellos en ningún momento que es necesario, el desarrollo de algoritmos o lenguajes de programación. Sin esto, la calificación es IT. No obstante, aun cuando pueda parecer lo contrario, son bastantes los proyectos de software que consiguen la calificación de I+D.

El próximo artículo de esta serie será publicado el jueves 15 y versará sobre “Los Gastos que son Deducibles y como Calcularlos”